La emocionante historia de la cerdita que eludió dos veces su destino
A Pinky la rescataron de una muerte dolorosa, de esas que sufren tristemente los animales en nuestro país y en muchas otras regiones del mundo. La ofrecían en un grupo de compra venta en Facebook. Había sido el regalo de cumpleaños de una nena que vivía con su mamá en un barrio humilde de zona oeste. Pero Pinky chillaba cada vez que su pequeña dueña intentaba alzarla y por eso la familia había decidido darla en adopción. En el grupo de Facebook eran muchos los interesados en adoptar a la cerdita, pero no todo era color de rosa para Pinky porque el objetivo de esa adopción era criarla para comerla.
"Cuando logré comunicarme con la mamá de la nena le expliqué que la mayoría de la gente ve a los animales como objetos y no como seres vivos con capacidad de sentir y le prometí que si me la daba en adopción jamás le iba a pasar nada. Y todos tuvimos suerte. Pinky se vino a mi casa. La fuimos a buscar con mi marido. Era tan chiquita, del tamaño de un perrito pequinés. La llevamos a casa, en Villa del Parque. En ese momento teníamos ocho perros y cinco gatos, todos rescatados del maltrato y la indiferencia. No discriminamos por especie: si un animal necesita ayuda y podemos hacer un espacio en casa, es algo que se da por hecho", cuenta Roxana Barrionuevo (46) -vegana y defensora de los derechos de los animales- que, sin planearlo, se convirtió en el ángel guardián de esta cerdita.
Una más de la familia
Acostumbrados a rehabilitar animales de la calle y lograr que confíen en una mano humana cálida y bondadosa, gracias a los cuidados de Roxana, Pinky pronto se convirtió en un integrante más de la casa. "El cerdo es un animal súper inteligente. Convivir con Pinky fue una experiencia increíble. Conocer sus gustos y preferencias con la comida -es mentira que comen cualquier cosa- fue un aprendizaje maravilloso para mí", relata orgullosa.
Pasaron tres meses y Roxana entendió internamente que su tarea con Pinky había cumplido un ciclo. "Sabíamos que nuestra casa no era su lugar. Los cerdos adultos llegan a pesar más de 225 kilos y Pinky pronto iba a necesitar espacio verde para correr y amigos de su especie para jugar. Conseguimos que la recibieran en el santuario Equidad en Córdoba, el mejor lugar en el mundo para ella", cuenta con tristeza y emoción a la vez.
Mudanza a las sierras
Trasladar a Pinky a Córdoba fue una travesía con todos los condimentos necesarios para hacer de ese viaje una experiencia difícil de olvidar. "Primero tuve que ir a SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) a hacer un pedido formal para que no me incautaran a Pinky en el trayecto. Lo que pasa es que no hay registro en esa entidad para trasladar a un cerdo como mascota. Entonces me pidieron un certificado de salud firmado por un veterinario y me dijeron que tenía que llevarla con cinturón de seguridad y pretal en la camioneta", relata Roxana. Pero eso no fue todo. Pinky, como a muchas mascotas, se marea al viajar en auto y vomitó gran parte del viaje. "Fue a upa mío todo el tiempo. Yo estaba muy triste por su partida pero feliz a la vez porque sabía que el santuario era el lugar para ella", dice Roxana con nostalgia. "En ese viaje tuvimos miles de problemas. Fue un fin de semana con muchas lluvias e inundaciones. Las rutas estaban anegadas y los caminos cortados. No sé si fue por la tristeza, la lluvia o por todo junto pero me enfermé y viajé con 40 grados de fiebre. Fue una odisea pero cada segundo valió la pena. Hoy Pinky vive, es feliz y eso es lo importante", concluye emocionada. (Fuente: La Nación).
