La Iglesia, la paternidad y las mentiras

 Por José Dumoulin (*)
      Hace mucho tiempo que vengo insistiendo sobre el modo y las actitudes que debemos adoptar como Iglesia. Creo que debemos saber leer los signos de los tiempos y encarar una profunda reflexión de nuestra misión y vocación.


      Hay que revisar de qué modo y con qué criterios se está formando a los sacerdotes; y también de qué modo se forma a los laicos de hoy para responder adecuadamente a las necesidades actuales. Hay que salir, como dice el Papa, de una Iglesia autorreferencial.

      El sacerdote, que actúa en nombre de Cristo es una persona pública, que debe iluminar y alentar la vida eclesial y social con su testimonio de vida.

      No me preocupa el embarazo de una chica por parte de un sacerdote, como ha ocurrido en María Grande. Sí me llama mucho la atención que otros sacerdotes, que ejercen el ministerio y son muy conocidos por el obispo Juan Alberto Puiggari, continúen escondiéndolo y sigan sosteniendo una doble vida dentro de la Iglesia. Eso es mentir, descaradamente: es darles a los fieles un mensaje contradictorio, en vez de asumir las responsabilidades.

      El problema no es tener un hijo. El problema es no hacerse cargo de la paternidad como es debido.

      Me preocupa que no se diga la verdad o, peor aún, que se induzca a la mentira, cuando no se quiere asumir la realidad de lo que sucede.

      Hay que aprender a llamar a las cosas por su nombre, ya que cuando hay información clara se evitan comentarios y no se lastiman personas.

      Dicen en la Iglesia que los medios quieren destruir a la Iglesia, pero frente a un hecho, si quien tiene que informar no lo hace cuando y como debe hacerlo, el problema no es del que intenta echar luz sobre lo acontecido. El problema es de quien intenta que los hechos no se conozcan.

      Este modo de comunicar también es un aprendizaje que la Iglesia debe asumir.

      Un sacerdote decía esto: “Si vos les das a los medios la información correcta, el medio la replica adecuadamente”. Pero por lo que se ve, eso no se practica en la Iglesia. Esto [el caso del embarazo en María Grande] salió a la luz justamente porque no se informó correctamente. Después comienza la caza de brujas o se busca el modo de echar culpas a terceros para tratar de remediar lo que se hizo mal. Y recién entonces, con la noticia ya publicada, se sale al cruce con una versión oficial que redunda sólo en una cuestión moralista.

      Quiero por último valorar la actitud Miguel Oviedo y de la chica, cuya identidad desconozco, por tener la valentía de asumir las consecuencias de sus actos y pido a las personas de Iglesia que estén cercanos a ellos para que los acompañen como se debe, con el respeto y el cuidado a esa nueva vida.


(*) Ex párroco de Santa Rosa de Lima, de Villaguay.

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Miguel Oviedo, el joven sacerdote que será padre, junto al obispo Alberto Puiggari.


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