Martín Bardín tenía un excelente promedio y una vocación profunda por el Ejército. Pero carecía de recursos para sustentar su vida en Buenos Aires y su asistencia al Colegio Militar. A punto de cumplir los 27, "Tincho" recuerda como "el momento más feliz de su vida" los dos años en que fue soldado voluntario en el Batallón de Arsenales de Holmberg, vecino a Río Cuarto (la ciudad cordobesa donde se domicilia) , y el año que pasó por el Colegio Militar.
En 2016, por problemas económicos, tuvo que modificar sus sueños. Volvió a Río Cuarto para trabajar en un remís, sostenerse y sobreponerse, hasta que pudo afrontar un nuevo proyecto que se transformó en toda una novedad que ha sorprendido a la ciudad.
Bardín cuenta que siempre recordaba lo que le habían enseñado los profesores del colegio Industrial. Y se le ocurrió construir un carro, impulsado por una bicicleta, para vender café de modo ambulante. Nada raro, salvo que le instaló paneles de energía solar para darle forma al primer "café-ciclo solar" del país.
Tincho se muestra agradecido porque todos lo que le fiaron y lo acompañaron en la "patriada". Además de calentar el café o hacer licuados con energía solar, ahora proyecta ofrecer también la carga de baterías de celulares y de crédito virtual desde su bici.
Lleva 15 días y centenares de cafés, de licuados y de jugos vendidos en la plaza Olmos y en las arterias céntricas de Río Cuarto. En el pintoresco carro no falta la imagen de las Islas Malvinas. Él se apresura a explicar su vocación militar y argumenta que "el Ejército no es la guerra o luchar por la patria como algo abstracto", y que hubiera querido "aportar un granito de arena ante catástrofes, y en defensa de la vida".
Al pasar, el flamante cafetero comenta que antes "era gordito" y que para estar en buen estado físico y lograr "la prestancia de un oficial", había bajado 30 kilos como soldado voluntario.
Martín vive con su madre (que se dedica a lavar ropa), su padrastro (gasista) y tres hermanos. A su emprendimiento lo bautizó Don Michelo, en honor a su abuelo.
"En el Colegio Militar tenía buenas notas. Tenía una beca, pero no me alcanzaba porque había que pagar un alquiler para alojarse en los francos. No lo pude sustentar. Me costó meses superar esa situación", recuerda Martín.
La mirada limpia y la sonrisa franca transparentan el coraje al que tuvo que apelar para decidir dejar de lado su vocación y buscar otro camino. No se imaginaba que con ingenio y voluntad sorprendería un día a su ciudad.
Cuando volvió a Río Cuarto, trabajó como remisero varios meses para reunir recursos y concretar esa idea del café móvil con energía solar, en bicicleta. (Fuente: La Voz del Interior).
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