"A veces desde la cocina se oía la música de Barrio Sud"
Por Manuela Chiesa de Mammana (*)
Cuando chista el
chingolo me acuerdo de la vieja Tini. Se sentaba junto a la ventana de la
cocina y desde allí les tiraba migajas al patio del fondo. Tenía un banco de
paraíso y al lado una bolsa con vellones que abría y abría con esos dedos de
duende, hasta hacer un capullo.
A veces desde la
cocina se oía la música de Barrio Sud, invitando al baile de la noche. Entonces
la Tini, como mirando muy lejos para adentro decía:
- Bailes eran los
de la colonia, no como los de ahora… y desmigajaba la galleta en la falda,
mientras los chingolos enloquecían con sus chistidos.
Solía disgustarme
cuando ponían la música, porque la Tini no volvía a ser la misma. La lana daba
vueltas y vueltas entre sus dedos pero no lograba transformarse en una nubecita
blanca. Le gustaba el mate de leche y era mi carta ganadora cuando se ponía
triste.
¿Cómo habrían
sido aquellos bailes de la Colonia a los que se refería la Tini?
Tenía casi
ochenta dulces años, tiernos, cariñosos. Muy bajita, con una nariz respingona,
ojitos claros detrás de los anteojos y una paciencia interminable. La querían
mucho en la casa donde había trabajado toda su vida y ella devolvía ese cariño
con creces.
Una mañana la
Tini atendió al viejo kerosenero, don Luis Van Dervik, que también era de la
Colonia. Don Luis cuando la vio sintió tal alegría que saludándola le dijo:
-¡Ah, Tini ¡ nadie volvió a bailar las polkas como vos desde que te fuiste con aquel forastero…
-¡Ah, Tini ¡ nadie volvió a bailar las polkas como vos desde que te fuiste con aquel forastero…
(*) El texto forma parte una serie de cuentos y retratos del
antiguo Villaguay.