OPINIÓN. "Muchas veces, la danza no es valorada como un trabajo más"

Por Mario López Bondaz (*)

Los bailarines siempre hemos luchado por ganar respeto en nuestra profesión. Ser profesional no es sólo una palabra que suena linda y tiene status: también implica trabajar de manera seria y comprometida. Lo que hacemos es arte y es a la vez oficio. Todo el tiempo debemos estudiar, prepararnos, ensayar, perfeccionarnos y exigir respeto.
A los bailarines siempre nos citan para colaborar en eventos y, de hecho, siempre colaboramos. Pero pienso que sólo deberíamos hacerlo cuando se trate de ayudar a alguna persona o institución, no a un privado; y creo que también los músicos, sonidistas, iluminadores y armadores de escenario, todos, deberíamos poner el hombro. Es muy común que nos citen a todos para "ayudar" y después nos enteremos de que al sonidista y a un par de músicos 'principales' les han pagado. A veces no sólo no te pagan sino que tampoco te ofrecen un refrigerio ni lugar para cambio de vestuario. Para algunos organizadores somos una especie de “relleno” que se puede conseguir gratis.

Los bailarines dedicamos muchas horas de ensayo y además tenemos que ocuparnos del vestuario, el maquillaje, el gel, los accesorios, etc. Todo eso nos lleva mucho tiempo. No se trata sólo de bailar sino también de llegar al lugar, prepararnos (peinarnos, maquillarnos, vestirnos, precalentar) y hacer otro tanto al terminar la actuación. Necesitamos al menos tres horas para poder bailar quince o treinta minutos. Y ni hablar cuando tenemos que viajar.

Además hay que ver el lugar de actuación y coordinar con el iluminador (si hay) y con el sonidista. A veces debemos pedirles a los jefes de escenario que corran los micrófonos, porque en la danza es necesario que te vean las piernas y pies. También está el problema de actuar justo antes de algún grupo de música y tener que bailar al lado de la batería y encima del cableado. A veces quieren que actuemos en el suelo, para no desarmar el cableado (y muchos lo aceptan, por supuesto)... Es todo un tema que hay que saber gestionar.

Hace poco en un festival aquí en la provincia había dos escenarios, el de la danza y el de los músicos: el nuestro casi no estaba iluminado y no tenía decoración de fondo; y la entrada a los vestuarios de la carpa rezaba: "bailarines" y "artistas".

Creo que todos debemos ser atendidos como corresponde, con lo básico: refrigerio (o almuerzo o cena), un lugar donde cambiarse, un baño y alguien que al menos te reciba. Hay lugares donde han conseguido categorizarse y cobrar por su trabajo: por ejemplo, en la Fiesta de la Vendimia en Mendoza y en la Fiesta del Sol en San Juan. Y hay otros grandes festivales que cada vez ofrecen menos, porque igualmente todo el mundo quiere actuar ahí.

Los bailarines generalmente representan a su ciudad, a su provincia y muchas veces a su país en eventos internacionales: llevan el nombre del pueblo y su cultura a otros lugares, con mucha responsabilidad y compromiso. Además regresan de esas experiencias con un cúmulo de aprendizajes que luego vuelcan, sin dudas, en sus ciudades. Pareciera, sin embargo, que muchos no entienden la importancia de esas acciones.

El arte es valorado en cuanto a su importancia para la sociedad y se considera tan indispensable como la salud y la educación. De hecho, existen lugares donde se ofrece gratuitamente porque están que las personas, si no sublimaran, sencillamente morirían. Sin embargo, tanto el arte en general como la danza en particular no son valorados como un trabajo más.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, insto a mis colegas a reunirnos para coordinar acciones a seguir en cuanto a presentaciones en eventos y a formar un grupo, asociación o comisión para trabajar en pos de mejorar nuestra situación.

(*) Mario López Bondaz es licenciado en Folklore y Tango, profesor en Artes, intérprete en Tango, intérprete en Danzas Folklóricas Argentinas, técnico y guía nacional de Turismo. Universidad Nacional del Arte de Buenos Aires y Colegio del Uruguay Justo José de Urquiza.

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