El dolor de una madre: “Siento un vacío en el alma”


Gabriela Monzón, mamá de Gisela López, recuerda cómo fueron los últimos minutos con su hija, a un año de su desaparición. Reclama justicia


“Siento un dolor en el alma“, dijo Gabriela Monzón, la mamá de Gisela López, a un año de la desaparición de su hija. La joven de 19 años de Santa Elena apareció sin vida tras 18 días de búsqueda. Este 28 de abril comienza el juicio por el brutal femicidio, que despertó el segundo grito #NiUnaMenos a nivel nacional.

Aquel 22 de abril de 2016, Gisela había ido a trabajar como lo hacía cotidianamente antes de ir a la escuela, una secundaria nocturna en la que cursaba el último año. “Ella cuidaba unos bebés a la mañana. Salió de trabajar a la una ese día y comió con nosotros“, recuerda su mamá.

Conmovida, Gabriela reconstruye cada detalle: “A mí me llamaron para entrar a trabajar a las 2 de la tarde. Teníamos que cortar unos cartones para poner cerámicos acá en la pared de mi casa; entonces le dije: ‘Te encargo que te quedes acá en casa con tus hermanos, corten el cartón’. Y me respondió: ‘Mamá, yo voy a cortar eso y me voy a acostar un ratito, después me voy a bañar para ir a la escuela‘”. Esas fueron las últimas palabras que la mujer recuerda de su hija.

“Y ahí ya no la vi más. Cuando volví de trabajar ya no estaba, se había ido a la escuela”, relata. “Esa última vez que la vi, como a las dos de la tarde, recuerdo que estaba tan bien… y nunca más pude ver a mi hija. Siento un vacío en el alma”, dice Gabriela, con la voz en llanto.


“GISELA NO DURMIÓ EN CASA”

Gabriel, hermano de Gisela, fue quien la vio por última vez cuando ambos volvían de la escuela, a pocas cuadras de su casa, pasadas las 10 de la noche. “‘Ahí viene la flaca. Paré para preguntarle si quería que volviera a buscarla y me hizo seña con la cabeza de que no‘”, recuerda Gabriela que le dijo su hijo al llegar a la vivienda, ubicada en el barrio 120 Viviendas, en el acceso a Santa Elena.

Pero la joven nunca llegó al domicilio. La familia pensó que podría haberse quedado con una prima con la que siempre salía, o con alguna amiga, para ir al boliche esa noche de viernes. Pero a la mañana tampoco volvió a dormir.

“Al otro día me levantan mis hijos y me dicen: ‘Mamá, Gisela no vino a dormir‘. Empezamos a llamarla, nos daba sin señal el teléfono; intentamos todos distintas veces y no podíamos tomar contacto con ella, entonces la mandé a mi hija Adriana a preguntar a la casa de los amigos, que si alguien la veía nos mandara un mensaje y se viniera a casa”, rememora la mujer.

Pasaban las horas, Gisela no se comunicaba y no podían obtener ningún dato de dónde estaba. “Le digo a mi marido: ‘Algo le pasó’. Voy y hago la denuncia, eran como las 7 de la tarde”, reconstruye Gabriela. “Ese día sábado pasamos toda la noche buscándola. Por la costa, por el boliche, por todos lados. No teníamos noticias y el domingo publiqué en Facebook para que si alguien la había visto que me avise. Empezaron a llegar los vecinos y la familia a mi casa y todos juntos seguimos buscando sin parar“, recuerda.

Y por 18 días no pararon. Esa búsqueda se fue intensificando cada vez más, hasta el 10 de mayo, cuando recibieron la peor noticia: el cuerpo de Gisela López apareció muy cerca de donde la habían visto por última vez, en una zona conocida como El Bajo, a unos 150 metros de su casa.

A pesar de los intensos operativos policiales, que contaron con cientos de efectivos de distintas dependencias, drones, perros adiestrados, helicópteros, policía montada; lo había encontrado un adolescente que pasaba a caballo. El muchacho, de 13 años, siempre pasaba por allí montando el animal. Ese día había sentido olor feo y fue a mirar de qué se trataba. Los restos de Gisela estaban tapados con una bolsa y pastos que habían sido arrancados del lugar. La autopsia luego diría que el cuerpo siempre estuvo allí y que la joven había muerto la misma noche del 22 de abril, cuando desapareció. Pero a Gabriela Monzón esos datos no le cierran.

“Por ahí pasamos con mi mamá, con mis sobrinos; pasó la Policía, pasaron los rastrillajes; desde el 23 empezamos la búsqueda sin parar: ahí no había nada“, afirma la mujer. Y hace alusión a un duro detalle que ella pudo observar en otros casos de femicidio, a través de los medios. Que cuando un cuerpo muerto permanece mucho tiempo depositado en un terreno, eso deja marcas. “En el lugar donde la encontraron a Gisela el pasto no estaba seco, era un pastizal que estaba todo verde“, recuerda.


“LA POLICÍA SE REÍA”

Luego de denunciar la desaparición de su hija, Gabriela y su familia debieron soportar que, ante la falta de resultados en la investigación policial, sospecharan de la propia víctima. “Desde el día domingo empezamos a ir todos los días a la Policía y ellos se reían. Nos decían que se fue con un novio, que la habían visto por la ruta pasar por [la empresa] Tres Arroyos caminando”, recuerda la mujer.

“El día lunes fui al municipio a pedir gasoil y una mujer policía me dice que mi hija tenía problemas familiares, que había maltrato, adelante del secretario de Gobierno de Santa Elena. ‘Esa gurisa se fue‘, me decía. Y yo le dije: ‘Búsquenla, yo quiero saber dónde está, saber al menos que está bien'”, relata Gabriela. Y lamenta: “Insistíamos, pero se nos cagaban de risa los milicos“.

“Hasta que no agarró la causa el fiscal, a Gisela no le dieron importancia”. La mujer se refiere a Santiago Alfieri, funcionario judicial a cargo del caso. Y no se perdona que su hija quizás haya estado cautiva cerca de su casa, ya que los cuatro detenidos frecuentaban una ladrillería ubicada a unos 120 metros de la vivienda de la familia de la joven. “No sé si fallamos nosotros o la Policía, hasta el día de hoy me da bronca saber que estaba tan cerca, que la tenían ellos; no sé si viva o muerta pero la tenían y no pude encontrarla“, sostiene la mamá de Gisela, quien confía en la investigación judicial.

SED DE JUSTICIA

El juicio para esclarecer el femicidio de Gisela López comenzará el viernes 28 de abril en los Tribunales de Paraná. “Pido que condenen a todos los responsables, que les den la pena máxima, que no salgan nunca más“, implora Gabriela. “Pido más seguridad para mi pueblo, que esto no pase más“, subraya.

“Como madre, no le deseo a nadie que pase por lo que pasamos nosotros durante todo este año, que de un día para el otro se te da vuelta la vida. Uno con esfuerzo y sacrificio crió sus hijos; yo me crié en la costa sin nada y les quería dar una casa, darles lo mejor, que estudien”, sostiene. “Hoy en día los hablo y les digo que no agarren bronca, que no toda la gente es mala, que no agredan, que no se desquiten con nadie; la Justicia sabe lo que va a hacer“, confía.

Gabriela Monzón, la mamá de una joven que fue asesinada en Santa Elena, que la vio por última vez hace un año, sigue adelante a pesar del dolor. “Mi hija me da fuerzas, yo quiero que ella descanse en paz“, expresa. “Si los condenan va a ser una alegría pero también un momento triste porque yo me voy a enterar de todo lo que le hicieron a Gisela. Es un duelo que para mí recién va a comenzar porque yo a mi hija no la pude ver ni despedirme. No vi el cuerpo, si era ella realmente, por eso va a ser muy chocante para mí”, revela.

Y concluye: “Pero igual espero con ansias el juicio, poder sentarme ahí y verles la cara a ellos. Si me quitaron a mi hija no se la van a llevar de arriba. Sin Dios no somos nadie; ojalá Dios quiera que todo se resuelva, solo tenemos que esperar”. (Fuente: 9 Ahora).

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