Villaguay, el pueblo de las dos estaciones (tercera parte)
Por Juan José Bilbao (*)
Llegábamos al
otro día a Federico Lacroze y ahí nos esperaba algún familiar o simplemente
teníamos que rebuscarnos de alguna manera para comenzar aquella nueva vida en
un medio totalmente desconocido, una ciudad enorme, millones de personas, y
nuestro desamparo y temor ante aquel monstruo que parecía devorarnos sin
piedad. Pero encontramos muchos amigos porteños, buena gente, buenos amigos,
buenas personas que nos ayudaron a hacer más llevadera nuestra estancia en la
Capital.
Y soñamos con
volver a nuestro querido pueblo. Muchos no lo hicimos nunca más y todavía
recordamos el perfume de los espinillos con sus flores amarillas, las tardes
apacibles en el arroyo Villaguay mojarreando y tomando mate.
Los días de pesca
en el Gualeguay, el campeonato de fútbol de los barrios en Barrio Sur, los
corsos en la calle ancha, los bailes de carnaval en Salud Pública y Barrio, la
vuelta a la plaza los domingos por la noche para escuchar a la banda del
regimiento, los carteles del cine Berisso en la esquina de Mitre y San Martín anunciando
los próximos estrenos, la llegada de los parques de diversiones o los circos,
jugar “la polla” de Salud Pública, una suerte de anticipación del Prode.
El balneario en
verano, las campanas de la Iglesia Santa Rosa, el sonido del reloj del
municipio, los dichos de Melgarejo, los “locos” de Villaguay como Tres Pelos,
Guichón, Lolo, Palomo, Pomerantz que venía con su guitarra caminando desde
Villa Domínguez.
La embotelladora
de Spur Cola Canada Dry que estaba ubicada en el comercio de Van Derdonckt y Cía
en la “calle ancha” luciendo un enorme cartel de Caña Ombú, la ferretería
Chiesa, El Supremo, J.G. Gamarra e hijo, la tienda Blanco y Negro, la librería
de Waterloo.
La farmacia
Inglesa, la tienda El Sirio Libanés, Casa Vuoto, Casanovas, la ferretería
Splendid, el Molino -con las más exquisitas tortas negras de la provincia-, la
pizzería Baima frente al cine Berisso y por supuesto una recordación especial
para este último en donde luego de la primera película y tras el intervalo se
pasaba el noticiario Sucesos Argentinos que en el comienzo era siempre
acompañado por un coro atronador de sapucais que se gritaban desde el pullman y
el “gallinero” a todo pulmón, pues en el comienzo del noticiario aparecía un
jinete haciendo parar en dos patas a un caballo, lo que era motivo del jolgorio
de la concurrencia.
Lástima que todo
aquello acabara. Se terminó el ferrocarril, lo que a su vez terminó con la vida
de muchos pueblos. Se terminó con la educación de una Nación que fue señera por
su enseñanza. En fin, se ha terminado con muchas cosas en nuestro querido país,
pero no han terminado con nuestras ilusiones y si bien nunca volveremos a ser
los mismos de antaño, esperemos que algún día podamos volver a ser nosotros:
argentinos con sueños de un mañana mejor para nosotros y nuestros hijos.
Un gran abrazo a
todos los villaguayenses diseminados por el país.
(*) El artículo está publicado en la sección 'Argentina
pueblo a pueblo' del sitio web del diario Clarín.