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"Un día la Tere le dijo a la Mary que se iría para siempre con el próximo circo"


 Por Manuela Chiesa de Mammana (*)

       La Tere tenía 11 años y una canasta de juncos para vender lechuga, verdeo, zapallitos, según la estación. 

      Si hacía mucho frío se ponía un pañuelo a cuadros sobre los hombros y unos guantes agujereados en el pulgar. Su abuela, Doña Trinidad, le había enseñado a ser respetuosa y ella lo tenía en cuenta: por eso entraba familiarmente en todas las cocinas a dejar la mercadería.

      Los circos la volvían loca. Cuando llegaba alguno a la esquina de Estrada y Federación, ella empezaba su recorrido por la estación de ferrocarril para adelantar trabajo; en vano doña Trinidad le hablaba de lo efímero y frívolo del circo (no en esos términos sino en otros que querían decir lo mismo).

      Un día la Tere le dijo a la Mary, la empleada de lo Luciano, que se iría para siempre con el próximo circo. La Mary se rió porque los circos que venían a Villaguay no querían tomar gente sino más bien sacársela de encima.

      Esa temporada, los zapallitos de doña Trinidad estuvieron más parejos y brillantes que nunca. A las diez de la mañana la Tere ya pasaba de regreso con su canasta de juncos, vacía.

      A fines de octubre vino un circo. La Mary no se acordaba de lo que le había dicho la Tere pero se asustó cuando la patrona le contó que era de gitanos.

      El lunes la Tere no llegó con su canasta de juncos y el circo ya se había marchado.


(*) El texto forma parte una serie de cuentos y retratos del antiguo Villaguay.

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