Por Manuela Chiesa de Mammana (*)
Nunca un
sobresalto, nunca un suceso inesperado, nunca actitudes temerosas. De vez en cuando algún chico con el aro por
la vereda despareja rompía la monotonía, o cuando pasaba el engrasador, que
salía tarde de la estación de servicio.
Pero estos
anocheceres poblanos solían tener un protagonista. Digo solían porque este
personaje sólo aparecía en los primeros días de cada mes. Se trataba de don
Ramón, el sereno de la gran casa de comercio, al final del boulevard. – En ese
entonces Caseros figuraba como boulevard- .
Don Ramón pasaba
a la tardecita a tomar unas copas en el almacén de la esquina pero se excedía y
al rato de haber llegado salía canturreando. Su tarareo alegraba los
anocheceres de octubre o noviembre, ya que sin verlo se lo adivinaba venir.
Con el tiempo
supe el nombre de la canción que entonaba don Ramón en su ensueño de vino
tinto. Se trataba de La Pulpera de Santa Lucía. Repetía siempre los mismos
versos pero algo cambiados. Cuando la canción decía: "¿Dónde estás con tus
ojos celestes?", él agregaba: "Oh, pulpera que sos sólo mía".
¡Cuánta
melancolía en aquel canturreo de borracho inocente! Indudablemente cada época tiene su ropaje que la identifica
y la señala. Ojalá que aquellos anocheceres poblanos formen parte de la
raigambre comarcana.
(*) El texto forma parte una serie de cuentos y retratos del
antiguo Villaguay. Ilustración: Gabriela Pascale.
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