El obsequio

Pasó el tiempo.
Hacia octubre del año pasado llegó a mi casa una persona que me mostró una
tarjeta de aquel colega de Resistencia, diciéndome que me recomendaba al portador
y si podría darle una mano en lo que él mismo me explicaría. Resultó que
ese señor, fuerte comerciante chaqueño, había heredado un campo en el departamento
Villaguay y quería iniciarse en la explotación ganadera, necesitando
orientación al respecto.
Lo acompañé a
inscribirse en Senasa, hicimos las gestiones en Rentas para adjudicación de una
marca, abrió una cuenta corriente en el banco, lo presenté ante las dos firmas
consignatarias de ganado más importantes de la ciudad, lo orienté en lo que
sería más acertado para su explotación y le recomendé a una persona de
confianza como encargado de su establecimiento.
Finalizados todos
estos trámites y cuando quiso pagarme, le dije que no me debía nada: que
todo había sido hecho con gusto para pagar una vieja deuda de gratitud que
tenía pendiente con el colega que me lo había recomendado.
El personaje en
cuestión quedó sumamente agradecido y me prometió que para fin de año tendría
noticias de él ya que quería hacerme un buen obsequio por las molestias
ocasionadas.
Y así fue. Para
fines del último diciembre, recibí un sobre con un hermoso membrete y dentro de
él, el obsequio prometido: ¡seis almanaques de bolsillo con la publicidad de su
comercio en Resistencia!
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"Esta historia reciente tuvo su inicio hace
alrededor de treinta años".