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La aberrante historia de la nena que era entregada y sometida por su familia


El 23 de febrero último, Ramona y su hermanastra mayor, María Elvira, se encontraron frente a una mediadora en el Centro de Resolución Alternativa de Clorinda, Formosa. Alcadia, la madre de ambas, había muerto a fines de 2017, pero el problema a resolver era otro.

Ramona, empleada doméstica según ella misma, vivía en un rancho sin número en la parte del fondo del terreno de su madre y tenía ocho hijos con Juan Pablo, changarín. Ya no los podía a cuidar a todos, reconoció en la mediación, no tenía trabajo estable, ni ella ni el padre de sus hijos, que había tenido un empleo en blanco por última vez hace cinco años atrás.

J., de 12 años de edad, la menor de los ocho, había sido responsabilidad de su abuela ya muerta durante casi toda su vida. María Elvira, decidieron las hermanas, se haría cargo de la nenaante el deseo de sus padres de "una mejor educación y calidad de vida" según constó en el acta de la mediación.


La tía la llevaría a vivir a J. con ella y con su concubino, mecánico en una fábrica, a su casa tipo dúplex en la zona de Ministro Rivadavia en Almirante Brown. Se encargaría, según se comprometió en la mediación, de la manutención de su sobrina, de vestirla y alimentarla, de anotarla en una escuela cercana y que estudie. Ramona y Juan Pablo podrían verla, tendrían derechos de visita, voz y voto en el rumbo de su educación y hasta elección religiosa según el acuerdo.

El cambio no parecía forzado, al menos en los papeles. María Elvira y Gustavo conocían bien a su sobrina, decían tener buena relación con ella, ya habían compartido un asado con tira y chinchulines el Año Nuevo pasado. J. posó junto a sus tíos para la foto frente a la parrilla, se la veía bien, sonriendo, con pelo negro y largo.

J., ya en la casa de sus tíos en el Conurbano bonaerense, entró a clases a comienzos de abril en cuarto grado de la Escuela N°8 de su barrio, a pocas cuadras de la casa de sus tíos. El pelo negro y largo no duró mucho, apareció rapada en el aula poco después."Piojos", dijeron sus tíos.

No fue mucho a clase tampoco. Sus tíos llamaron varias veces a la N°8 para decir que no podía asistir, que estaba en Formosa por la muerte de un familiar, "una prima-hermana de su madre." La directora fue varias veces a la casa a buscarla, también trabajadores sociales, nunca encontraron a nadie.

La escuela dejó de tener señales de J. poco después, los tíos directamente dejaron de llamar para dar excusas por sus ausencias.

El miércoles 5 de este mes, la directora de la escuela se presentó en la Fiscalía General de Lomas de Zamora para realizar una denuncia por la situación de J. que recaería en la UFI N°2 de la jurisdicción. La casa de María Elvira fue allanada por la Policía Bonaerense a comienzos de la semana pasada.

Y en todo este relato hay algo que está mal, totalmente, profundamente mal.

La directora de la N°8 no fue la única que hizo una denuncia. Los vecinos del barrio reportaron cosas alarmantes en el Servicio Local del barrio y en el 911. La "mejor calidad de vida" que María Elvira acordó para J. con su media hermana no aparecía en los relatos de la gente de Ministro Rivadavia.

Los vecinos aseguraron que veían a J. dormir en "una carpita" en el fondo de la casa de sus tíos, que la oían llorar por comida y que se la daban a través de la reja del frente de la casa con el techo cargado de chatarra o por la medianera, que la vieron con un tajo en la cabeza, lavándole el auto al tío en la vereda con poca ropa en un día frío, manguera y esponja en mano.


En paralelo a todo esto, María Elvira se presentaba en el Servicio Local para tramitar el DNI de J. asegurando que estaba bien, que estaba yendo a la escuela, de acuerdo a la denuncia de la directora.

Los movimientos de la tía se volvieron mucho más esquivos poco después; la reja negra de la entrada fue tapada con un nylon celeste desde la parte de atrás, bloqueando la vista.

Hubo, curiosamente, otra denuncia con respecto a J. que ingresó este año en los tribunales de Lomas de Zamora sobre el Camino Negro por un delito más grave que hambrear y maltratar a una menor, reducirla a una sierva en una carpita de juguete sobre un patio de cemento.

María Elvira misma fue quien la realizó, con un acta policial firmada el 19 de abril en Adrogué. El delito: abuso sexual. La víctima: J., su sobrina. La acusada: la propia madre de la menor, la media hermana de María Elvira. El un expediente que recayó en la UFI N°9 de Lomas de Zamora. Una funcionaria del Servicio Local, dice el acta, ordenó por teléfono que María Elvira "resguarde la integridad física, psicológica y psíquica" de la nena.

La ironía y el espanto del sistema son dobles: una menor de 12 años, de una familia pobre, presuntamente abusada, reducida a la servidumbre, a vivir como un animal en un patio en uno de los inviernos más crudos en años, movida de una provincia a otra, su madre y su tía sus supuestas victimarias y sus únicas responsables.

Y a todo esto: ¿dónde está J. hoy? El allanamiento ordenado por la UFI N°2 de Lomas de Zamora a la casa de María Elvira en Ministro Rivadavia tras la denuncia de la directora del colegio dio resultados negativos. "La movieron", dicen en el barrio, "se apuraron y la movieron."

"No la encontramos a la menor, pero pudimos averiguar dónde está", asegura alguien en la UFIencargada de la causa.

La respuesta desde la familia sobre el paradero de la chica es un poco más terrible: "Está en Clorinda con la madre", afirma la tía María Elvira desde su celular a Infobae.

Ramona, su madre, dejó asentado su teléfono personal en el acta de mediación para ceder la guarda de su hija. Nadie contesta hoy en ese número.

Lo que dice la denuncia de su propia media hermana sobre ella es aterrador. María Elvira declaró, según ella misma, repitió ante la Policía lo que su propia sobrina le dijo tras ser operada de apendicitis en el Hospital Meléndez. Aseguró que Ramona le entregó a J. a su madre cuando tenía nueve meses, que en Formosa su sobrina le pidió de rodillas "tía por favor llevame"porque su madre, aseguró la tía en su denuncia, "me vendió a un hombre en el campo y ya me entregó a su hermano político, me ató de las muñecas y me violó."

María Elvira al escuchar esto "prefirió callar y no decirle nada a su hermana", dice la denuncia. Poco después, Ramona accedió entregarle a su hija, mediación mediante.

Ya en el Hospital Meléndez, J. dijo que ya "no era señorita" y que "la madre, cuando tenía ocho años, la obligó a tener relaciones con su padrastro." Una ginecóloga del Meléndez revisó a J. según asegura la denuncia policial: encontró, de acuerdo al documento, posibles signos compatibles con un abuso sexual.

La causa por abuso ya no está en la UFI N°9. Fuentes en la fiscalía aseguran que la UFI N°2 que está encargada de la denuncia de la directora de la escuela requirió el expediente. Mientras tanto, intentar determinar quién debe hacerse cargo de encontrar y resguardar a J. de sus posibles victimarios se vuelve difícil.

En la UFI N°2 señalan al Servicio Local cuando se les pregunta. "Si ellos pidieron el allanamiento", dice una fuente. Desde el Centro de Resoluciones en Clorinda que ofició la mediación para la guarda de la menor aseguran no tener la potestad para ir a buscarla o para que quienes acuerdan una mediación en el lugar cumplan sus términos pactados.

Así, una menor en riesgo se convierte en una bola en el flipper del Estado. Mientras tanto, en Ministro Rivadavia se hablan otras cosas. "¿María Elvira?", se sorprende un vecino sobre la tía. "¿Qué? ¿No se llamaba Jacqueline?"

Más allá de un nombre inventado, María Elvira aseguró ser policía en la mediación, su información previsional no muestra ningún empleo en blanco pasado o presente de ningún ministerio de Seguridad y su nombre no figura en la base de datos del personal de la Policía Bonaerense. Los movimientos en su casa empezaron a ser más escasos, los vecinos solo ven gente de noche "desde que empezó todo lo de la nena."

"La criatura se abrigaba con una toalla vieja, pedía papel y lápiz para escribir por la medianera, la escuchabas llorando, le dabas una manzana y te pasaba el cabito de vuelta para no dejarlo en el patio, te rompe el corazón", asegura alguien que la vio de cerca.


Ramona, la madre de la menor, no contesta su teléfono ni tampoco los mensajes a sus múltiples perfiles de Facebook, pero María Elvira atiende. No corta el teléfono. Escucha que es un periodista el que llama y calma la respiración en vez de apretar la parte roja de su pantalla touch, piensa un segundo. Después contesta.

-¿María Elvira?

-¿Quién habla?

-Federico Fahsbender, periodista de Infobae.

-Sí…

-Le pregunto por su sobrina. La Policía la está buscando, allanaron su casa.

-¿Mi casa?

-Sí, hace una semana.

-Ah, sí, sí. Vino la Policía.

-¿Con quién está su sobrina?

-Con la madre, en Clorinda.

-¿Usted no denunció a la madre por abuso?

-Cuando ella la operaron del apéndice habló, en el hospital…

-Y usted denuncia a su hermana.

-Sí…

-¿Quién lleva a J. a Clorinda?

-Fuimos por el fallecimiento de mi prima hermana y ella se quiso quedar allá.

-La verdad que no me cierra. Dijo cosas gravísimas su sobrina. ¿Por qué se quiere quedar ahí? Los padres de J. le firman la custodia a usted.

-No sabría decirle. Me atendió la que me atendió allá y me dijo que yo no podía traer una menor en contra de su voluntad. No soy la madre.

-Pero usted tiene la tutela.

-Eso es lo que me informaron a mí. Yo le comenté a una trabajadora social que quería ir y que dijo que sí, que podía llevarla.

-A usted la denuncian por maltratos a la nena.

–Eso fue todo mentira. Vino un doctor con la visitadora social antes de que vinieran a allanar y constataron que la nena estaba bien. La verdad no sé, nunca me informaron. Yo me presenté por orden de un doctor a ver a la visitadora social, yo nunca la traté mal a ella. Ella iba a la escuela, la anoté sin documentos, no tenía documentos. Fue poco tiempo por la salud de ella, la operaron del apéndice. No sé qué habrá pasado. Estaba por intermedio de un psicólogo, una parte dice una cosa, dice otra. Ella contó barbaridades. Se lo conté a la madre y me dijo que la misma historia que hizo acá la hizo allá en Clorinda.

-¿Dice que su sobrina miente?

-Yo creo que sí. Lo dice la propia madre.

-Entonces, si su sobrina miente, ¿por qué le toma la palabra y denuncia a su hermana por un delito gravísimo?

-No, no, no. Yo simplemente denuncié por la menor. En ningún momento manifesté nada, no, no, no.

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