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“SÓLO ME MANTUVIERON EN LA RUTA LA FE Y ENDURECER LA CABEZA, NO PODÍA FALLARME A MÍ MISMO”

Durante el pasado mes de febrero, el ciclista villaguayense Paulo Godoy realizó una importante travesía en bicicleta, uniendo nuestra ciudad y la localidad correntina de Itatí en viajes de ida y vuelta (1.400 km). En esta entrevista que le realizó EL PUEBLO, “Choco” nos contó con lujo de detalles la hazaña que le demandó un tremendo desgaste físico durante nueve días y la cual pudo cumplir empujado por su fe y enorme voluntad. 

- ¿Cómo fuiste madurando la idea de realizar esta travesía en bicicleta?


- Durante una época en la cual viví en Corrientes me llevaron a visitar la catedral de Itatí porque no la conocía y como a veces uno en la vida necesita el apoyo espiritual y por supuesto creer en algo, entonces le prometí a la Virgen que si me ayudaba en algunas cosas yo iba a ir en bicicleta para allá y así fue, cumplí mi promesa. 




¿Cuántos kilómetros separan a Villaguay de Itatí? ¿Cómo planificaste el viaje?

De Villaguay a Itatí hay 700 km. Raúl Areco, de Monte Caseros, quien es mi entrenador desde hace varios años, me dijo que tenía que mantener una marcha constante tratando de pedalear ocho horas diarias para recorrer 200 km diarios. De esa manera estructuré el viaje, imponiendo un ritmo parejo, tratando de pedalear unas cuatro o cinco horas a la mañana y el resto por la tarde, arrancando después de las 16 hs, porque hacía un calor tremendo. Salí de Villaguay el lunes 10 de febrero y llegué a Itatí el viernes 14. Me hice un programa de marcha de la siguiente manera. El primer día tenía que llegar a La Paz, luego el segundo día La Paz – Goya, el tercero Goya – Empedrado, para finalizar con el cuarto día Empedrado – Itatí. Gracias a Dios todo salió tal como lo había calculado. El primer día tuve un desperfecto en la bicicleta, apenas llegué a La Paz me fui al taller del “Topo” Caíno, que es hermano del legendario ciclista Pedro Omar Caíno. Allí, el “Topo” me prestó todo para hacerle los arreglos necesarios a la bicicleta y poder continuar. Después de eso no me surgió ningún inconveniente más. Llevé lo básico para solucionar cualquier problema que pudiera suceder en la ruta: parches, llave para la rueda, llave cono, llave para rayos. Hasta eso me iba a arreglar, pero si se me rompía otra cosa iba a tener que recurrir a un taller o a una casa de repuestos para solucionarlo. Gracias a Dios mi bicicleta estaba en buen estado porque la tenía preparada. Con respecto al hospedaje, tanto a la ida como a la vuelta me quedé en casas de distintos amigos que me ha dado el ciclismo. Cuando uno anda realizando este tipo de travesías la gente es muy amable y los amigos siempre están. Viajé prácticamente con lo puesto para no tener peso extra, porque en cuanto al equipaje llevé las alforjas que me prestó Fernando Robledo, puse dos equipos de ropa ciclista y una muda común. También elementos de higiene para bañarme donde iba y nada más. Con respecto a la alimentación, llevé agua, caramelos, turrones, pasas de uva y frutas secas, compré bananas y dulce de membrillo. Cada una hora u hora y media hay que comer algo para que el cuerpo tenga la suficiente energía.

Me imagino la alegría reflejada en cada latido de tu corazón cuando recorriste los últimos kilómetros en la llegada a Itatí, a un paso de lograr la hazaña.

La verdad que sí, en los últimos dos tramos que hice, Goya - Empedrado y Empedrado – Itatí, el clima me castigó mucho, con un calor impresionante y viento en contra. Fue tan duro que en un momento llegué a pensar que iba a tener que abandonar. Sólo me mantuvieron la fe y endurecer la cabeza, no podía fallarme a mí mismo, quería cumplir la promesa. Y el día final de la ida llovió todo el trayecto, desde que salí de Empedrado hasta 5 km antes de llegar a Itatí. Llegué con una alegría bárbara, muy emocionado, se me hizo un nudo en la garganta. 


¿Cómo fue el viaje de regreso?

Salí el domingo a la mañana, ya que me tomé el sábado como día de descanso en San Cosme, un pueblito que está cerca de Itatí. Quería recuperar el cuerpo porque llegué con lo justo, casi descompuesto. A medida que van pasando los kilómetros y las horas se va complicando. Si les cuesta a los ciclistas de elite tanto de nuestro país como a nivel mundial, como no nos va a costar a nosotros, que lo hacemos por pasión. Ellos corren en carreras por etapas que duran una semana o 21 días como el Tour de Francia o las grandes vueltas ciclísticas y están super entrenados, tanto mental como físicamente, asesorados por deportólogos, alimentándose en base a dietas especiales, así y todo llegan “filtrados” como se dice en la jerga ciclística. Por eso es tan meritorio lo que hacemos nosotros con el espíritu amateur. En el retorno primero hice de Itatí hasta Empedrado, después de ahí hasta Mercedes y luego a Monte Caseros, tramo en el cual me volvió a llover todo del día. Me quedé en esa ciudad porque quería ir a pasear y quedarme unos días en la casa de mi entrenador Raúl Areco, para compartir con su familia. Lo importante en el viaje de vuelta fue que mi cuerpo estaba más liviano, porque ya había agarrado ritmo de travesía, las piernas habían tomado tiempo de pedaleo y además, algo muy importante, en el regreso mi cabeza estaba liberada del peso que significaba cumplir con la promesa.


¿Hace cuántos años comenzaste a practicar ciclismo?
Tuve un accidente dentro del Ejército (donde trabajo), me lastimé la rodilla y luego de operarme me recomendaron no realizar actividades de impacto. Yo jugaba al fútbol, lo dejé y como deporte alternativo siempre me gustó el ciclismo. Entonces arranqué en el año 2000, cuando empezó el boom del mountain bike en Villaguay. Los primeros que me impulsaron a correr fueron el “Negro” Oscar Ojeda, Jorgito Esparza y Marcelo Wittwer y mi primer entrenador fue el maestro de todos los ciclistas de nuestra ciudad: José “Cuchi” Rebozzio. Lo quiero un montón y me ha enseñado lo poco o mucho que sé. Si bien todos los entrenamientos los hacemos con “rueda fina” (bici de ruta) me gusta más el rural bike porque se disfruta el aire libre. A pesar de que uno se cuida y se entrena durante toda la temporada para estar en nivel competitivo, pero ya se mira el punto de vista deportivo desde otro lado, es decir el de compartir lindos momentos con amigos.