"...y si no cuesta nada, me lo llevo"


 Por Manuela Chiesa de Mammana (*) 

Un rancho mugriento, esquina noroeste, era la pulpería de Sinforoso Pereyra.

-Total -decía-, ¿pa qué más?



Ese día Josengo, su entenado, le había regalado un arreador trenzado por él mismo.

Sinforoso lo colgó de un clavo junto a la cumbrera. Al primero que le preguntara algo del arreador, le iba a enrostrar su orgullo de padrastro.

Quiso el destino que el primero que entrara esa mañana a la pulpería fuera el Coronel Crispín Velázquez y en cuanto vio el arreador preguntó:

-¿Cuánto cuesta?- señalándolo con el rebenque.

¡Ay! Que le tembló el cartílago del talón a Sinforoso. Pero corajudo dijo:

-No se vende.

Brillaron los ojitos de Crispín y en tono imperativo retrucó:

- No pregunté si se vende y si no cuesta nada me lo llevo.

De un tirón sacó el arreador y se alejó.

Sinforoso supo ese día que al Coronel Velázquez no se le negaba nada, ni siquiera con la mirada.


(*) El texto forma parte una serie de cuentos y retratos del antiguo Villaguay.

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