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Opinión. Animales sueltos

Por Jorge Fontevecchia

“Cuando se forme una cadena de ideas entre las personas, podrán ser conducidas. Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con una cadena de hierro, pero lo verdaderamente inteligente es atarlos mucho más fuertemente a las cadenas de ciertas ideas. Sobre las flojas fibras del cerebro se asienta la base más inquebrantable del poder.” (Joseph Servan)

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El domingo me referí a lo bien que expresaron el sentimiento de época de la política de los últimos años los nombres de los exitosos programas Intratables y Animales sueltos. Ese día y el siguiente se hicieron aún más evidentes las causas del éxito de estos programas al ver los insultos a Zannini en la cancha de Boca y en el avión de American Airlines. En el sitio digital de TN, con los videos de la agresión a Zannini 83% de la audiencia votó “me gusta”. El gusto es algo que se educa.



Expertos en televisión explican que programas como Intratables, Animales sueltos y otros trasladaron a la noche la lógica del programa de espectáculos de Jorge Rial de la tarde, donde vedettes y artistas se peleaban sin pudor frente a las cámaras llegando al insulto. Incluso Tinelli habría copiado a Rial en el “Bailando”, donde el principal atractivo son las peleas de los participantes entre sí y con el jurado, más que el baile mismo. Tinelli se diferencia porque destina un presupuesto acorde con un canal líder.

El gusto, como el disgusto, es una construcción cultural, se lo cultiva. También la grieta es más cultural que política y más estética que ideológica, del “me gusta”, “no me gusta”. Como la moda, tiene mucho de imitación.

El gusto se relaciona con el deleite y el placer, y se lo afina como al paladar. Pero el catador, que es un degustador, no crea el gusto, nadie solo tiene ese poder, tampoco los medios de comunicación, como tampoco nadie solo puede crear un lenguaje porque es un producto social. La violencia simbólica que hoy palpamos a diario es una derivación de la violencia física que acumuló nuestra historia, alcanzando en los 70 su pico contemporáneo. “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”, escribió Guy Debord en La sociedad del espectáculo.

La razón del gusto. El gusto se contagia, es una forma de búsqueda de aprobación, de compartir y sentirse parte del mismo colectivo. Como la moda, es un lenguaje que, comunicando preferencias, comunica pertenencia. Lábil pertenencia como la del karateca marplatense Claudio Palumbo, ex custodio de actos de Scioli y amigo de Acero Cali, ex custodio de Guillermo Moreno, quien justificó haber sido el más agresivo con Zannini en el avión de American Airlines para defenderlo de la turba que quería pasar a la agresión física. Aunque en el video parece ser un ejemplo más de cómo ciertas personas en masa pierden su individualidad entregando su libre albedrío al del conjunto, con el que se mimetizan eléctricamente.

Que el gusto sea del campo de lo sensible y no del racional no quiere decir que sea arbitrario: ser parte del grupo dominante (de “los buenos”) tranquiliza y empodera. Como el poder, depende sólo de la posición: el mismo que escupió al político antes podría haberlo aplaudido. Hechos repugnantes como el del avión de American muestran cómo la esencia se concreta en el fenómeno, en esos momentos donde el espíritu profundiza su propio contenido y se revela ese lado primitivo de la condición humana. En El sentido social del gusto, Pierre Bourdieu describe el habitus como consecuencia de un proceso de inculcación lo suficientemente prolongado como para perpetuarse. Se engendran disposiciones interiorizando una exterioridad.

La verdadera emancipación será resultado de la apropiación de la inteligencia y no de capitales o recursos materiales. El deterioro cognitivo produjo más daños que el deterioro productivo. Es más fácil terminar con el cepo y el default que con la grieta, porque el verdadero problema argentino no es económico, sino político. Sin suturar la grieta seguiremos en el siglo XX por más que Macri crea representar la política del siglo XXI. (Fuente: Perfil). 

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